Laura Fernandez de la Cueva ha sido la ganadora del 2º Ciclo de Ed. Primaria en el IV Certamen Literario "José Luis Guerrero".
Su cuento " El abeto y el mendigo" participará en el Concurso de Animación a la Escritura de la Junta de comunidades de Castilla- La Mancha.
Desde aquí, mucha suerte Laura.
Os dejo el cuento para que podais leerlo.
Acababan de terminar las fiestas de la Navidad. En todas las calles se apagaron las bombillas para quitarlas y guardarlas hasta el año siguiente.
Para el mendigo, estas fiestas eran muy tristes, porque su familia le abandonó. No tenía un techo donde vivir, ni comida para comer. Su cama eran cartones que extendía en el suelo de cualquier calle de la ciudad. Se arropaba con una manta vieja y sucia que había. Para poder comer, pedía por la tiendas o buscaba por los contenedores de basura.
Un día, fue a pasear por el campo y le pasó algo muy curioso. En el suelo, entre unas piedras, encontró un abeto que habían tirado después de las fiestas y pensó que le habían abandonado igual que a él.
Se estaba alejando de allí, cuando de repente escuchó una voz pidiendo ayuda:
- ¡Por favor, ayúdame, me estoy muriendo!
El mendigo no podía creer lo que estaba escuchando. Era el abeto el que le estaba hablando. Se volvió hacia él un poco asustado y le preguntó:
- ¿Puedes hablar?
El abeto contestó muy débil:
- No te asustes, necesito que me ayudes.
El mendigo no podía creer lo que estaba escuchando. El abeto le pidió por favor que lo llevara a un sitio donde pudiera volver a plantarlo, porque sus raíces se estaban secando, y se iba a morir.
El mendigo agarró el abeto y lo fue arrastrando poco a poco hasta que encontró un lugar donde poder excavar con sus propias manos. Apenas tenía fuerzas ya que no se alimentaba muy bien.
Después de caminar un largo rato, encontró el lugar perfecto. Cavó un gran hoyo, cogió el abeto, lo puso de pie, y metió sus raíces en la tierra y las tapó.
El abeto agradeció al mendigo lo que había hecho por él, y desde aquel día, el mendigo visitaba al mejor amigo que había tenido nunca. Los dos pasaban mucho tiempo hablando y riendo juntos.
El abeto creció muy rápido, y le daba sombra al mendigo en verano, y le quitaba frío en invierno con sus largas y fuertes ramas.
El mendigo siguió viviendo al lado del abeto, pues era la mejor compañía que tenía en mucho tiempo. Estaba más alegre que nunca porque había salvado a su mejor amigo.